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En Winooski, tres detenciones trastocan la tranquila vida de una familia

A bystander watches from a stoop as a man is led away in handcuffs toward a black van
Laura Nakasaka
/
Vermont Public
Después de que tres miembros de una familia muy unida que vivía en Winooski fueran arrestados por agentes de inmigración, la sensación de seguridad que antes sentían al vivir en Vermont se convirtió en miedo.

Escrito originalmente en inglés por English, traducción al español por OGMA Language Studio. 

Esta es la segunda historia de una serie de cuatro artículos que analiza el desarrollo de la campaña de deportación masiva del presidente Donald Trump en el estado de Green Mountain. Lea la primera historia aquí.

You can read the English version here.

Blanca y Samuel decidieron aprovechar al máximo de un día libre inusual del pasado mes de agosto.

“Teníamos pensado salir a encontrarnos con unos amigos”, recordó Blanca recientemente con la ayuda de un intérprete. “Íbamos a comer elotes. Así que nos preparamos, salimos por la puerta, felices y contentos, y fue entonces cuando ocurrió”.

Samuel ya la estaba esperando en el vehículo cuando un hombre con un carné y una placa se le acercó. Blanca observó horrorizada desde la puerta del apartamento cómo el agente de Inmigración y de Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) metió la mano por la ventanilla abierta del vehículo y abrió la puerta del conductor.

Blanca y Samuel se conocieron en Chiapas, México, pero se convirtieron en pareja aquí en los Estados Unidos. Viven en Winooski con el hermano de Blanca, Antonio, y su novia Natasha. Su cuñado Guadalupe y su hijo, Emanuel, también se han establecido en Winooski.

La familia pronto se enteraría de que, esa misma mañana, Guadalupe y Emanuel también habían sido detenidos por agentes del ICE mientras se dirigían al trabajo.

Durante los últimos tres años, esta familia muy unida ha estado construyendo una nueva vida en Winooski. Han trabajado más de 70 horas semanales limpiando habitaciones de hotel, en cocinas de restaurantes o pintando para contratistas locales. Y han utilizado esos ingresos para mantener a su familia en México y construir una nueva vida en Vermont.

En esa fatídica mañana de miércoles a finales de agosto, se vieron envueltos en una campaña de deportación masiva que ha resultado en la detención y el encarcelamiento de más de 100 inmigrantes en Vermont en los últimos 10 meses.

Cars are blurred as they drive around a large roundabout surrounded by multistory businesses and apartments.
Zoe McDonald
/
Vermont Public
Los carros circulan por la rotonda de Winooski el viernes 5 de diciembre. Antonio dijo que él y su familia se sentían seguros viviendo en Winooski, donde durante tres años han construido una vida para ellos mismos, al tiempo que han mantenido a su familia en México.

Antonio sabía que otros inmigrantes estaban siendo arrestados y detenidos en masa en grandes ciudades como Los Ángeles y Nueva York. No esperaba que la campaña de deportación del gobierno federal llegara a las afueras de Winooski.

“Confiábamos en Vermont y éramos muy felices aquí. Nos sentíamos seguros, tal vez demasiado seguros, como si confiáramos demasiado en que todo iba a salir bien para nosotros aquí”, dijo. “Lo último que pensábamos era que algo así pasaría justo en frente de nuestra puerta”.

Las persianas de las ventanas de la planta baja del pequeño apartamento de la familia estaban cerradas un sábado reciente por la mañana. La relativa paz de la que habían disfrutado antes de la detención de sus familiares había sido sustituida por el miedo de saber quién de ellos sería el siguiente.

“Ha cambiado casi todo. No nos hemos sentido igual desde su detención. Sentimos este vacío en nuestro hogar que ellos dejaron y que no se puede llenar. Pasamos nuestro tiempo pensando en cómo están, preocupándonos por su bienestar, y también por lo que nos va a pasar”, dijo Antonio. “Pero, a pesar de eso, tenemos que seguir adelante. Seguimos trabajando. Sabemos que los lugares donde trabajamos cuentan con nuestra mano de obra y tenemos que proporcionársela”.

La detención de Samuel ha trastornado las finanzas familiares de Blanca. El dinero que ella había estado enviando a Chiapas para mantener a su hija de 12 años ahora se destinaba al alquiler y otros gastos de manutención que Samuel ayudaba a cubrir. Blanca dijo que ha sido una transición difícil.

“Estoy remodelando una casa en mi ciudad natal para que mi hija pueda vivir allí, y [Samuel] se encargaba de los gastos aquí para que el dinero que yo gano pueda ir a mi hija”, relató.

A Antonio le preocupa que la gente piense que sus familiares han hecho algo terriblemente malo y que merecen ser enviados de vuelta a México.

“La gente debería saber que son buenas personas. Han estado trabajando duro desde el momento en que llegaron a este país”, afirmó. “Vinieron aquí porque la economía de nuestro país está en crisis, así que han estado trabajando aquí para tener una vida mejor. No se han metido en problemas. Han hecho todo lo posible para llevarse bien con todas las personas que han conocido”.

Ninguno de los hombres ha sido acusado por el gobierno federal de cometer algo más que un delito relacionado con la inmigración.

Houses line a snowy street.
Zoe McDonald
/
Vermont Public
Una calle residencial en Winooski, fotografiada el viernes 5 de diciembre. Las detenciones de los miembros de la familia han provocado estrés financiero y han aumentado el temor de que Blanca, Antonio o Natasha puedan ser los siguientes.

La familia se sentó recientemente a disfrutar de un almuerzo casero preparado para los visitantes: una alta pila de tortillas calientes y finas como el papel, carne asada, arroz, salsa y rodajas de pepino. Antonio mencionó que la hospitalidad es una costumbre chiapaneca.

“Nuestra puerta siempre está abierta. Y aunque lo único que tengamos para ofrecer sea una tortilla con un poco de sal, es tuya, porque así somos, esa es nuestra cultura, ser generosos”, dijo.

Mientras la familia comía en la mesa de la cocina, entró una llamada de Guadalupe desde el Centro de Procesamiento de Northlake, un centro de detención en Michigan.

Guadalupe comentó que lo estaba pasando mal. El centro estaba abarrotado y a menudo se producían peleas. Además, no había podido conseguir el medicamento que toma para su gastritis crónica.

“Tengo una familia que depende de mí para sus ingresos, para la comida, para el alojamiento”, dijo Guadalupe. “Y ahora mismo, no puedo mantener a mi mujer, ni pagar la educación de mis hijos, y eso me hace sentir muy mal”.

Dijo que los casi dos meses que había pasado en prisión habían afectado su salud mental.

“Me siento agradecido con este país. Aquí he tenido oportunidades que no habría tenido si no hubiera venido”, dijo Guadalupe. “Pero le diría a mi comunidad: tienen que pensarlo bien antes de venir aquí y considerar el riesgo que se corre. Prepárense bien”.

A finales de octubre, la familia recibió una buena noticia.

A Guadalupe y Emanuel se les concedió la libertad bajo fianza y regresaron a Vermont. Aunque el gobierno federal todavía argumenta a favor de su deportación, podrán disfrutar de su libertad mientras preparan sus casos.

Guadalupe dijo que ha vuelto al trabajo y que está feliz de haber salido de detención.

“Desde que me liberaron, supongo que podría decir que ahora estoy un poco más tranquilo... pero no del todo”, confesó.

Desde entonces, Samuel se ha declarado culpable del cargo más grave de reingreso ilegal, por haber vuelto a Estados Unidos después de una orden previa de deportación. Está a la espera de su sentencia.

Lleva cinco meses tras las rejas. Su pareja, Blanca, dijo que está hablando públicamente sobre su experiencia porque quiere que la gente entienda cómo se traduce la política de inmigración de la administración Trump a nivel humano.

“Lo que espero personalmente es que las personas que están escuchando esto comprendan la injusticia que está ocurriendo en este momento”, dijo. “Porque, al igual que las personas que están escuchando esto, todos trabajamos para ganarnos la vida. Al igual que ellos nos necesitan, nosotros los necesitamos a ellos”. ■

The Vermont Statehouse is often called the people’s house. I am your eyes and ears there. I keep a close eye on how legislation could affect your life; I also regularly speak to the people who write that legislation.